Un potente terremoto submarino de magnitud 8.7, confirmado por el Servicio Geológico de EE. UU. (USGS), sacudió en la madrugada del miércoles 30 de julio las aguas frente a la península de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia.
El epicentro se ubicó aproximadamente a 125 km al sureste de Petropávlovsk-Kamchatsky, a una profundidad superficial de 19.3 km, lo que aumentó el riesgo de olas destructivas. El gobernador regional calificó el movimiento como «el más fuerte en décadas».
Las autoridades emitieron alertas por tsunami en varios países costeros del Pacífico: Japón, Estados Unidos (Hawái, Alaska), Australia, incluso Guam y Micronesia. En Japón, se advirtió sobre olas de hasta 3 metros en algunas prefecturas costeras, mientras que en Kamchatka se registraron olas de entre 3 y 4 metros, provocando evacuaciones en zonas como Severo‑Kurilsk y algunos daños en infraestructura, como una guardería.
Aunque por momentos el peligro fue elevado, en muchas zonas la alerta fue levantada al confirmar que no se habían generado olas mayores a las previstas. No se reportaron víctimas fatales, aunque se registraron pequeños daños materiales y heridos leves tras las evacuaciones de emergencia.
Este hecho acrecienta la preocupación por la actividad sísmica en la Zona del Pacífico conocida como el Anillo de Fuego, una región históricamente propensa a terremotos y erupciones volcánicas.
